jueves, 8 de noviembre de 2012

Trabajos


Caminó lentamente con los zapatos marrones de cuero prestados. Marrones de cuero, si no fuera cuero los fabricantes de zapatos no podrían lograr ese marrón, si no fuesen de cuero no tendrían ese olor a cuero que se metió desde la nariz hasta su cerebro cuando se los prestaron y los olió. Cuando se los calzó: nubes de cuero. Había escuchado esa frase, no era de él. Estaba aquella frase en algún lugar perdido de su cerebro, fuera del alcance de los contactos eléctricos usuales que las neuronas suelen establecer, pero el olor a cuero, la sensación de calzarse aquellas nubes activó algo en su cabeza.
Hacía añares, desde la secundaria, que no se ponía zapatos, que no sentía el contacto de sus pies con las medias de vestir de nylon. ¿Eso activaría sus viejos contactos cerebrales, archivados en las catacumbas de su cerebro? Empolvados: un tren de recuerdos recorriendo vías de recuerdos empolvadas, juntando mugre desde el secundario.
Caminó lentamente con las nubes marrones de cuero prestadas. Con su traje gris a rayas prestado. Con ese aire acondicionado el traje combinaba perfecto. Era un tipo de unos 40 que en su vida no había vestido un traje.
"Qué loca idea que tuvimos con los pibes" pensó.
¿Qué loca idea que tuvimos con los pibes?... Repasó la frase y se dió cuenta que ya estaba pensando distinto de lo que hablaba, él jamás hubiera dicho eso.
Ocupó su lugar en el escritorio, un escritorio enorme. Un escritorio enorme, pero además de una calidad de la puta madre. A él siempre le había dado todo lo mismo, los bienes suntuarios le habían parecido dignos de pijicortos o reprimidos, la ostentación no era lo suyo, pero la verdad que la calidad de la madera del escritorio saltaba a la vista. A la vista y al tacto: sus yemas rasposas reconocían la calidad de la madera. No pudo evitar la tentación: sintió con las mejillas y la frente la madera.
Inhaló y exhaló.
Se sacó los zapatos: saltó de una nube de cuero a una nube más mullida. Se paró y dió una vuelta entera al escritorio sobre sus medias y la alfombra. Una alfombra de calidad: se dio cuenta que la calidad no era solo una palabra. Se volvió a sentar.

Sonó el teléfono: señor le paso una llamada.
Explicó amablemente a su interlocutor que él estaba por un día, que no podía decidir nada, que iban a tener que volver a llamar mañana. Le explicaron que aquello no podía esperar hasta mañana.
No supo si tomar él una decisión era llevar el juego demasiado lejos, pero le dió vergüenza molestar a su amigo. ¿Qué gracia tenía todo aquello si no podía tomar una decisión?
Su trabajo de aquel día era tomar decisiones.
- Bueno, sí, dele para adelante.
Colgó y volvió al silencio solemne de esa oficina. ¡Qué alta que era aquella oficina!
Se sirvió agua. Había agua y bebidas alcohólicas, pero se sirvió agua, y con una mano en el bolsillo y otra en el vaso miró por la ventana.

Ring ring: señor le paso otra llamada.
- ¿Hola? ... Sí ... Sí, bueno, dele ... dele dele, para adelante con eso ... sí ... chau.
¿Por esto cobra la guita que cobra este guacho? -pensó- yo sí que soy un gil.
Se recostó en su enorme sillón de cuero. Se recostó y pensó en una frase trillada: no me pasen llamada.
- Señorita
- ¿Si señor?
- No me pasen llamadas.
- Bueno señor.
Recostado empezó a dormitar, a contar ovejitas de cuero.






lunes, 5 de noviembre de 2012