jueves, 8 de noviembre de 2012

Trabajos


Caminó lentamente con los zapatos marrones de cuero prestados. Marrones de cuero, si no fuera cuero los fabricantes de zapatos no podrían lograr ese marrón, si no fuesen de cuero no tendrían ese olor a cuero que se metió desde la nariz hasta su cerebro cuando se los prestaron y los olió. Cuando se los calzó: nubes de cuero. Había escuchado esa frase, no era de él. Estaba aquella frase en algún lugar perdido de su cerebro, fuera del alcance de los contactos eléctricos usuales que las neuronas suelen establecer, pero el olor a cuero, la sensación de calzarse aquellas nubes activó algo en su cabeza.
Hacía añares, desde la secundaria, que no se ponía zapatos, que no sentía el contacto de sus pies con las medias de vestir de nylon. ¿Eso activaría sus viejos contactos cerebrales, archivados en las catacumbas de su cerebro? Empolvados: un tren de recuerdos recorriendo vías de recuerdos empolvadas, juntando mugre desde el secundario.
Caminó lentamente con las nubes marrones de cuero prestadas. Con su traje gris a rayas prestado. Con ese aire acondicionado el traje combinaba perfecto. Era un tipo de unos 40 que en su vida no había vestido un traje.
"Qué loca idea que tuvimos con los pibes" pensó.
¿Qué loca idea que tuvimos con los pibes?... Repasó la frase y se dió cuenta que ya estaba pensando distinto de lo que hablaba, él jamás hubiera dicho eso.
Ocupó su lugar en el escritorio, un escritorio enorme. Un escritorio enorme, pero además de una calidad de la puta madre. A él siempre le había dado todo lo mismo, los bienes suntuarios le habían parecido dignos de pijicortos o reprimidos, la ostentación no era lo suyo, pero la verdad que la calidad de la madera del escritorio saltaba a la vista. A la vista y al tacto: sus yemas rasposas reconocían la calidad de la madera. No pudo evitar la tentación: sintió con las mejillas y la frente la madera.
Inhaló y exhaló.
Se sacó los zapatos: saltó de una nube de cuero a una nube más mullida. Se paró y dió una vuelta entera al escritorio sobre sus medias y la alfombra. Una alfombra de calidad: se dio cuenta que la calidad no era solo una palabra. Se volvió a sentar.

Sonó el teléfono: señor le paso una llamada.
Explicó amablemente a su interlocutor que él estaba por un día, que no podía decidir nada, que iban a tener que volver a llamar mañana. Le explicaron que aquello no podía esperar hasta mañana.
No supo si tomar él una decisión era llevar el juego demasiado lejos, pero le dió vergüenza molestar a su amigo. ¿Qué gracia tenía todo aquello si no podía tomar una decisión?
Su trabajo de aquel día era tomar decisiones.
- Bueno, sí, dele para adelante.
Colgó y volvió al silencio solemne de esa oficina. ¡Qué alta que era aquella oficina!
Se sirvió agua. Había agua y bebidas alcohólicas, pero se sirvió agua, y con una mano en el bolsillo y otra en el vaso miró por la ventana.

Ring ring: señor le paso otra llamada.
- ¿Hola? ... Sí ... Sí, bueno, dele ... dele dele, para adelante con eso ... sí ... chau.
¿Por esto cobra la guita que cobra este guacho? -pensó- yo sí que soy un gil.
Se recostó en su enorme sillón de cuero. Se recostó y pensó en una frase trillada: no me pasen llamada.
- Señorita
- ¿Si señor?
- No me pasen llamadas.
- Bueno señor.
Recostado empezó a dormitar, a contar ovejitas de cuero.






lunes, 5 de noviembre de 2012

miércoles, 10 de octubre de 2012

Trencitas


El doctor, en bata violeta, termina de enjuagarse la boca, guarda el cepillo de dientes y camina hacia la cama, donde la esposa lee un libro en camisón.
- ¿Y qué te pareció el novio de la nena gorda?
La señora asoma los ojos por sobre los lentes, comienza a ejecutar el movimiento de cerrar el libro y apoyarlo en la mesita de luz. Sonríe.
- Un amor me pareció el chico la verdad... ¿a vos gordo?
El doctor frunce el ceño. Sabe algo, o dedujo algo, que su señora no es capaz de deducir, entonces se siente superior, se siente en el deber de enseñarle a ver un poquito más allá de las cosas. Le pasa bastante seguido, y es uno de los aspectos que su señora más odia de él.
- Y... la verdad me pareció un complaciente, un tibio, uno de esos boluditos que quieren quedar bien con dios y con el diablo.
Esto toma absolutamente por sorpresa a la señora, que pensaba que el chico le había caído bien a su marido. Esta sorpresa la asusta un poco, y también la pone de mal humor. La saca de la comodidad.
- Eh, pará, se te está yendo un poco la mano no me parece para tanto.
- ¡Pero sí! A todos nos tenía un speech para comprarnos, dejate de joder, ahora resulta que justo encaja con cada uno de los miembros de la familia con algún interés en común... Esta fue tu hija que lo puso sobre aviso.
La señora toma esto como una agresión personal hacia ella. Si bien eso es exactamente lo que es, una agresión, lo peor que podría hacer es enojarse. Picó, cayó en la trampa.
- ¿Tu hija? ¿Porqué no te vas un poquito a la mierda? Por empezar, fue tu vieja la que salió con los tapones de punta, pobre pibe, como no se iba a poner a la defensiva.
Golpe por golpe, palo por palo dirían en el boxeo.
- ¿Qué decís? ¿Te das cuenta que te encanta hablar boludeces?
- ¿Qué ...
- ¡DEJAME HABLAR! - Alza la voz el marido, ya indisimulablemente encabronado - La que empezaste fuiste vos diciendo "Al fin te conocemos", con esa voz de conchuda que te sale tan bien.
- ¡Mentira! ¡Dejá de inventar!
La cara del tipo ante la palabra mentira es la de un jugador fingiendo una falta en un partido de futbol, "mirá si serás buena actriz" pareciera querer decir con su cara. Ese "mentira" le duele en el alma, la hace odiarla...
- ¿Mentira?
- ¡Sí, mentira!
- Bueno, no se puede hablar con vos evidentemente... es al pedo.
Ya no puede pensar con claridad, no puede contestar porque ni siquiera puede recordar qué era lo que estaban discutiendo.
- Terminala....
- ¡Terminala vos querés!

Se quedan en silencio... Una discusión espontánea ha surgido en el universo.
Mientras tanto, en la pieza de al lado, los jóvenes chapa quete chapa...



jueves, 20 de septiembre de 2012

La vida de los bolsillos


"Nosotros, los bolsillos, tenemos vida. Sí.
Somos pocos entre nosotros los que podemos sacar nuestra vida para afuera, unos pocos afortunados. ¿No le jode que le cuente no? Es que son tan pocas las oportunidades en las que salimos para afuera que queremos contar todo. Queremos hablar y hablar, como querrían hablar los árboles si les pusieran una voz...
Si salimos para afuera lo más probable que haya sido dentro del lavarropa, y apenas se dan cuenta nos meten para adentro de nuevo. ¡Qué lindo es ver la luz de vez en cuando!
La vida normal de un bolsillo transcurre en la penumbra, está vacío, lo único que nos dejan dentro la mayoría de las veces es mugre. Algún boletito arrugado, una moneda de cinco centavos, cositas así.
Se rompe la rutina en nuestra vida cuando nos entra algo, esas son nuestras anécdotas, pero tan tristes pasamos nuestros días que estamos demasiado lejos de otros bolsillos como para andar entablando charla.
Todos los bolsillos tenemos nuestro gemelo del otro lado del pantalón, pero somos gemelos opuestos, no nos llevamos bien. Los contados bolsillos con los que hablé me dijeron algo parecido. No quiero ni perder el tiempo hablando de ese otro bolsillo, lo poco que sé de él no me enorgullece, prefiero que esas cosas queden en la familia.
Importantísimo: los bolsillos somos hembras. No sé a quién se le ocurrió el nombre bolsillo, pero hubiera estado mejor que nos llamen bolsillas, hasta tiene más punch diría yo.
Tenemos sexo con manos humanas, y no quiero sonar ramera, pero fuimos hechas para eso, es nuestra misión en la sociedad. ¿Suena un poco violento incluso, no? Jódansé caretas. Nuestra vida es silencio y penumbra hasta que nos entra una mano, entonces nos vuelve la vida. Le rezamos a los santos para que una mano nos penetre, así de putitas somos. Cuando se abre el placard nos ponemos todas como locas, y nos morimos de envidia cuando eligen otro pantalón, sabemos que las dos bolsillas de ese pantalón ese día cojen.
¿Cómo? ¿Que ahora te va a dar cosita guardar cosas en un bolsillo? Bancatelá. Guardá cosas, alegrá un bolsillo. Hacé que te olvidaste algo, entrá al placard con todo y manoseá el bolsillo que se te cruce. ¿Lo hiciste toda tu vida porqué no lo vas a hacer ahora?

¿Y cómo me pasó esto? De pronto, de la nada, siento que viene una fuerza por detrás que me da vuelta, que me da vuelta literalmente y donde había oscuridad ahora hay luz, donde había silencio ahora hay sonidos y me largo a hablar, no puedo parar de hablar. Hasta tengo como una boquita que se me mueve cuando hablo.
Tengo tanto para decir que no sé ni por dónde empezar. Está buenísimo esto.
Que se salgan todos los bolsillos para afuera, eso me gustaría, que todos puedan conocer esto que estoy conociendo ahora, que todos tengan voz. Qué lindo que sería.
¿Qué? ¿Que me sacaron para afuera para vender una línea de créditos? ¿Y con todo esto que tengo para contar, con estas ganas de hablar y hablar y hablar qué hago?
¿Que Graciela quién? ¿Fábrica de turbantes me dijiste? No tengo la más puta idea de lo que me estás hablando, no voy a decir eso.
Olvidate, este bolsillo no se vende, buscate otro. ¿Que me metés para adentro de nuevo? Meteme, no me importa.
Sí... vos también... que te garúe finito..."



domingo, 9 de septiembre de 2012

La Planta


Gomez, cuando vió el lujo de la oficina aquella, pensó que había ido demasiado mal  vestido a la cita. Las bibliotecas de madera, los sillones de cuero, la secretaria hermosísima, el whisky, que cuando le vieron la pinta que tenía ni siquiera se lo ofrecieron, le confirmaron que ahí, él era sapo de otro pozo.
Lo tuvieron esperando un buen rato. Cuando lo llamaron al fin, de la oficina del Doctor no salió nadie. ¿Lo habrá hecho esperar por divismo o porque tenía trabajo que hacer?
- Hola Doctor.
- ¿Cómo le va Gomez? Cuénteme... ¿Le puedo ofrecer algo?
La imagen del tipo era tan cuidada como la de la oficina. Pensó en que la gente aquella no labura en realidad, simplemente son una fachada de laburantes exitosos que sirve para darle órdenes a los subordinados. ¿El éxito era sólo la proyección del éxito? Los exitosos simplemente son unos actores fantásticos, que interpretan su papel a la perfección.
No podía asegurar que estuviese de acuerdo con todo lo que pensaba, el tipo era muy hábil y llevaba la conversación para el lado que él quería.
Seguro que lo habían hecho esperar un buen rato afuera de la oficina, porque es parte del libreto que tienen estos tipos de traje gris y perfume caro. Primero rechazó todos los ofrecimientos, ni agua aceptó, se sentía avergonzado por estar tan mal vestido, por desencajar en esa comedia que estaban montando, luego comenzó a hablar:
- Bueno, mire, no sé muy bien por dónde empezar, la verdad que nunca se me hubiera ocurrido venir a ver a alguien como usted, sin ofender. Fue mi señora la que me convenció.
Gomez no pudo precisar si el tipo esbozó una sonrisa cínica o ya la tenía dibujada desde el primer momento que pisó la oficina. Con el tono con el que deben hablar los que no tienen ninguna duda de nada, los que tienen la respuesta para todas las preguntas, le contestó:
- Sí, ya me contó un poco su señora. Pero quiero que usted me cuente un poco más los detalles de la relación que tiene con el supervisor, como para saber si estamos en condiciones o no de entablar una demanda.
- Ehmmm... Bueno, mire, a él (o ella, no sé como tratarlo) lo traen de un día para el otro y sin avisar, aparentemente de colombia lo traen, pero es algo de lo que no estoy seguro: si lo escuchás hablar parece un porteño. Y se comporta como un porteño: que hacé esto, que hacé lo otro. Ya desde el primer día la forma de tratarnos fue despectiva.
A medida que iba hablando se dió cuenta que el abogado era porteño, casi seguro que era porteño. Ya no sabía dónde meterse, no había hecho otra cosa que cometer errores, la situación lo sofocaba un poco.
El Doctor no se dió por enterado, o pareció así. Era un actor de primera y se notaba:
- ¿Esto es algo que compañeros suyos de trabajo podrían confirmar?
- Absolutamente, el problema es si van a querer... Le voy a explicar Doctor, nosotros somos toda gente de trabajo, que simplemente queremos tener una vida simple, tranquila. Esto de los juicios no nos va. Mi señora me convenció. Además van a estar presionados por la empresa, ellos son muy poderosos - la palabra poderosos pareció encender en el abogado la sonrisa cínica y suficiente que se había estado apagando un poco - y nosotros no somos nadie. Si nos echan, mañana viene otro a hacer nuestro trabajo y el mundo sigue girando Doctor.
- Eso se arregla, Gomez.
- ¿Cómo se arregla Doctor?
- Con plata Gomez, en esta vida todo se arregla con plata... Si le hacemos entender a sus compañeros la plata que pueden llegar a sacar de esto, van a entender que lo que les conviene es no seguir soportando esos malos tratos.
¿Todo se arreglará con plata? Pensó que lamentablemente sí, que para él y para sus compañeros, que son gente simple, la plata de la que estaban hablando les solucionaba muchas cosas.
Muchas cosas, esas dos palabritas siguieron resonando en su mente. Antes de que pudiera empezar a pensar cuáles eran esas cosas el abogado volvió al ataque.
- Lo primero que tiene que entender si quiere que le vaya bien con esto, es que usted es una víctima. De la planta y de la empresa, que fue la que permitió estos abusos. Mientras antes entienda que usted fue empujado a una situación extrema de maltrato, que estaba indefenso ante un poder más grande que usted, antes vamos a estar en condiciones de llegar a un jugoso arreglo económico.
No se podía negar que el Doctor era cautivante. Sería un hijo de puta pero no era ningún amateur. La señora ya le rompía tanto para que los demandara... Y ella lo quería, le decía que los demande porque lo quería, porque quería verlo bien.
- ... por supuesto, el estudio le cobrará la mitad de lo recaudado, que es la tarifa habitual.
- Está bien Doctor - dijo Gomez, que ya estaba como hipnotizado, engatusado por aquel tipo tan bien vestido, tan perfumado.



lunes, 3 de septiembre de 2012

Sapitos de chocolate


Sapos de chocolate
con figuras prominentes:
Yo que soy uno de ellos
al abrirse lo envolvente
te lo aviso, así concreto,
al abrirse preparate.

Comienza a sonar el ritmo:
son sensual o caribeño,
y espiando, como un sueño:
mirá cómo me meneo.
Please comeme pelirrojo:
mirá qué lindo perreo
y cómo te guiño el ojo.

Yo de rima no sé nada,
de verdad, no sé un carajo.
Pero el colo dice: ahí bajo,
e introduce sus dos dedos
y me agarra como quiero
por detrás y por delante,
luego atravieso sus labios.

De ahí en más solo masacre:
dientes que me despedazan,
mi sangre de dulce de leche
brota y ya es un desastre.
Mi existencia ya no es nada,
colorado me traicionaste
la re concha de tu hermana.









martes, 28 de agosto de 2012

Igualismo


Tensión en el ambiente, hasta los que están acostumbrados a estar en un set de televisión, igualmente sienten un poco de nervios en el momento de salir al aire. Todo el mundo está esperando que eso suceda, que el programa se eche a andar, todas las luces apuntan al centro del estudio, tiene que haber una cierta sincronización. Debe ser como cuando se da un discurso, luego de que el momento inicial pasa, la cosa empieza a moverse sola, el problema está en el primer empujón.
Suena la cortina del programa, los reflectores se concentran en el centro del estudio, la cámara enfoca a la tribuna que es arengada por un productor del show a hacer bullicio, y luego se mueve al centro del estudio, a donde los reflectores apuntan. Y allí entra ella, fragante, muy pero muy sonriente. Un locutor que la presenta y ella que hace como que le agradece. Tan sonriente que no puede ser una sonrisa real, tiene que ser una forzada, falsa.
- Hola gente bella. ¡Qué programa tenemos hoy!
Todo el staff del programa debería pensar en ese momento que el programa que tienen hoy es la misma bosta de programa que tienen todos los días. Que la producción se reune a planearlo y que le sale rápido, que trabajan desganados y la primer idea que salga es la idea que se aprueba.
Pero en el momento en que el programa se está haciendo, y que se transmite ya que es en vivo, todos son presos de una especie de éxtasis en el cual no se detienen a pensar, simplemente ejecutan su tarea de manera sincronizada para que el programa salga al aire sin dificultades.
- Tenemos de invitado a Toti Rosemberg y Pipi Brandy, líderes del movimiento igualista. ¡Hola chicos!
Unos reflectores enfocan entonces el mismo lugar por donde entró la conductora, el público vuelve a estallar, nuevamente arengada por un productor del programa, y saltan unos papelitos violeta metalizado por el aire. Entonces entran ellos muy acaramelados y sonrientes, tan bonitos que son, y saludan a Cathy con una inmensa sonrisa en la cara, esa sonrisa idiota que ponemos todos cuando somos complacientes.
- ¡Hola chicos! - dice la conductora, casi a los gritos. Pareciera tener la necesidad de gritar y de sonreir. Está maquillada como una puerta. Está eufórica.
- ¿Cómo andás Cathy?
- Bien chicos, ¡gracias! ¿Cómo andan ustedes? ¿Cómo anda este movimiento igualista?
"Anda como el orto Cathy, el movimiento igualista es una excusa para vender cerveza, es hacerte el macho cuando estás con tus amigos y convertirte en un pelotudo cuando estás en frente de una mina. Es pura inconsistencia Cathy", pensó Toti, pero no lo dijo. "Bien Cathy", se limitó a decir.
De ahí en más se quedó callado, y hablaron las mujeres. Ella tiró un par de comentarios que un machista diría que eran feministas, pero el simplemente pensaba que eran pelotudos. Tras cada uno de esos comentarios Cathy sonreía y miraba a cámara, mientras el productor arengaba nuevamente a la tribuna (una tribuna casi completamente femenina) a que festeje el mal gusto.
No habrá durado más de cinco minutos la entrevista, y por alguna especie de efecto hipnótico no se le salió de la cara esa sonrisa idiota de la cara ni por un segundo.
- ¡Suerte con el Movimiento Igualista chicos! ¡Un aplauso de la tribuna! -dijo la conductora a modo de despedida.
"Andate a mierda Cathy", pensó Toti, pero no lo dijo.
           Todo un igualista.






domingo, 26 de agosto de 2012

¿Y qué te gusta?

    Me cruzan los millones de lectores de este blog para increparme: que no me gusta nada, que critico todo, que tengo estándares muy altos, que no hay poronga que me venga bien.
    En respuesta les dejo una publicidad que me gusta mucho...


    


jueves, 23 de agosto de 2012

Colgate



Lo llevaron a la comisaría de ese perdido pasaje rutero, en donde los policías no estaban acostumbrados a que pasara nada interesante. El calor del mediodía hacía que al mirar al ras del asfalto la visión se deforme, como si estuviese prendido fuego. Como si fuera el infierno aquel pueblito.
Todos los policías parecían hermanos: no podría decirse que fuesen iguales, pero eran todos morochones, con la piel curtida del sol - de largas jornadas al sol agobiante - y barba mal recortada. Ninguno pasaba el metro sesenta y cinco, ninguno podía disimular el olor a chivo: ninguno suponía que algo así fuera a pasar.
Lo llevaron a la comisaría - decía - escoltado entre tres sin que hubiese ninguna necesidad: el tipo estaba absolutamente desecho, parecía un alma en pena. Estaría pensando que una situación de un segundo le arruinó la vida para siempre.
Lo metieron en un cuarto de la comisaría, no podría especificar si servía como pequeña cárcel. Rejas no tenía. Era demasiado chica aquella comisaría para tener una celda. Lo dejaron allí esperando por lo menos hora y media, mientras terminaban de auxiliar al resto de los pasajeros del micro: entre heridos y shockeados eran como veinte, y además estaba el juez de paz con los occisos y también había que darle una mano y en total eran seis policías.
Después de hacerlo esperar, lo llevaron al cuarto del comisario donde uno de los policías tipeaba mientras otro comenzó a preguntarle:
- ¿Nombre y apellido?
- Abel Moretti
- ¿Documento?
- 228934123
- ¿El arma encontrada en el piso del autobús Chevallier con destino a Carcarañá que circulaba por la ruta provincial veintiuno era de su propiedad?
- Si
- ¿Y posee permiso para portarla?
- Tenía, pero lo vi en mi billetera, la que se quedaron ustedes, y llevaba unos meses vencidos.
La cara del policía en ese momento intentaba expresar exactamente esto: no solo me cagas el día, y tal vez la semana, yo que tan tranquilo estaba, sino que encima me venís con que te retengo la billetera y tenés la portación vencida, te haría mierda en este preciso momento.
Si le hubiesen preguntado a sus conocidos, todos hubieran dicho que el sargento Alberto Zapata era un tipo poco expresivo, más bien huraño y poco sentimental. Sin embargo, Abel Moretti, con esa simple mirada, le bastó para entender todo lo que el interrogador quiso transmitir. Esto lo sé yo, que se los narro, pero ellos no lo supieron, no tenían forma de saberlo.
- ¿Podría describirme lo que sucedió?
- Sí, yo me encontraba durmiendo y sin que pase nada me despierto. En realidad me estoy terminando de despertar, y sin saber qué sucede del todo sale un grupo de personas de la nada: desde atrás, desde adelante y los costados, uno incluso estaba escondido en el portaequipajes superior. Antes de poder entender qué era lo que estaba sucediendo, la líder, que vestía guardapolvo, saca un objeto negro que después identifico como un micrófono, pero que en la prontitud y confusión de los hechos no puedo llegar a identificar, y me lo acerca a toda velocidad. Asustado por este hecho, saco la pistola y empiezo a disparar.
El que tipeaba, mientras lo hacía, hacía gestos que mezclaban la comprensión con el horror.
- Bueno... por el momento va a tener que esperar acá - le comunicó el sargento Zapata.
Entonces Abel volvió solito al otro cuarto.
No lograba pensar en nada específico, lo único que podía hacer era repasar el hecho una y otra vez en su mente. Qué impulsivo, qué idiota que había sido. "Todo me sale mal" pensó.
Como a las dos horas llegó el juez de paz.
- ¿Lo hizo declarar Zapata?
- Sí señor juez.
- ¿Confesó?
- Sí señor juez.
- Listo. A la horca.
Abel bien podría haber tenido un infarto en ese momento, pero en realidad no llegó a entender del todo si con horca realmente se estaban refiriendo a lo que él pensaba que era una horca. No le entraba en la cabeza., no le parecía una opción real.
Sin embargo lo llevaron en ese momento al patio trasero de la comisaría: un descampado húmedo y desolado, en donde ahora, que caía la noche, había una cantidad de mosquitos sorprendente.
- ¿Cómo a la horca? - llegó a preguntar - Esto es ilegal.
- Mirá chango, acá las cosas se manejan así, estás muy lejos de Buenos Aires, yo no sé que te pensás, pero mataste a seis personas hoy.
- Pero esto no se hace así. No vi un abogado siquiera. Ni un cura.
- No hablés más, ya está.
Mientras charlaban lo subieron a un banquito y le pasaron la horca por el cuello. Le ataron las manos a sus espaldas, cuando el banco cayera sería el fin. Pero no patearon el banco, solo se alejaron.
Quedaron en silencio mirándose unos a otros. Se escuchaban los zumbidos de los insectos y el canto de los grillos. El sol había caído del todo.
- ¿Y chango? Colgate.



martes, 21 de agosto de 2012

Me quiero pegar a mí


Se descubrió de pronto totalmente vacía.
Estaba en el living de su casa, consumiendo una de las muchas horas de televisión que solía mirar por día. Mirándola sin mirar, sin importar cuál imagen se proyectase en ese momento, viviendo en piloto automático, pensó, sin que nada evidente hubiese provocado aquel pensamiento.
- ¿Qué carajo estoy haciendo? - Dijo, porque se dio cuenta que lo que estaba haciendo todo el tiempo era vivir una vida, su vida. Y se amargó mucho de estar en la situación en la que estaba.
Sobre la parte inferior de la mesita ratona se apilaban kilos y kilos y kilos de autoayuda. Pensó en la palabra autoayuda, pensó en cuál era la necesidad de libros escritos por terceros categorizados como autoayuda. Pensó que deberían llamarse libros de ayuda, e incluso así seguirían siendo una terrible estafa.
Pensó que la palabra kilos estaba muy bien, que eran una mercancía.
Todos, básicamente, decían lo mismo: no hagás ningún plan, concentrate en ser feliz ahora, en hacer lo que te haga feliz ahora, y entonces habrás conseguido el primer paso para ser realmente feliz. ¡Pero qué mentira! ¡Pero qué mierda!
En ese momento, en la soledad de ese living oscuro, con los destellos de la televisión impactando contra su cara dibujada con un rictus amargo, toda esa mierda de la autoayuda le revolvió el estómago.
Todos esos pensamientos la hicieron remontarse a su adolescencia, un par de décadas atrás, a todos esos caprichos adolescentes que la distanciaron de su familia, que la hicieron casarse con ese forro del que después se había divorciado a los tres años, no sin antes quedar embarazada.
¿A dónde había llegado viviendo el momento, haciendo las cosas que la hacían feliz de inmediato? Había llegado al fondo de un pozo, exactamente al fondo de un pozo.
No podía decir que no hubiesen pasado algunas lindas cosas, pero había llegado al fondo de un pozo.
Empezó a caminar de un lado para el otro, recorriendo todos los rincones del cuarto, mirando todas las fotos que fue juntando: en las paredes, sobre los muebles. Fotos de ella con algunas amigas, incluso con algunas con las que se había distanciado, y fotos con el nene. Sobre todo fotos con el nene en sus cumpleaños. Le hubiese gustado cruzarse sobre aquellos muebles con alguna foto familiar, pero no había dejado ninguna, no había nadie con quien no se hubiera peleado.
- ¿Acaso hacer siempre lo que uno quiere aleja a las personas? - se preguntó.
- Pero claro, eso se llama egoísmo - se contestó, en la oscuridad de la tarde.
Pensó que si fuese hombre pensaría que ese era un buen momento para un trago, pero que ella no tomaba. Le hubiera gustado tomarse un trago, le hubiese gustado que un sorbo de bebida blanca la reconfortase de alguna manera, pero eso no iba a suceder. Esa breve distracción que la había despejado por un segundo, que parecía haberle quitado su amargura, hizo que esta volviera con más fuerza. Su garganta se hizo un nudo amargo y sus ojos se humedecieron.
Caminó hasta la cama y deseó dormirse. El silencio de la tarde era absoluto. No iba a poder dormir de ninguna manera. Sintió ganas de gritar, y gritó, gritó con todas sus fuerzas. Gritó hasta que no tuvo voz, hasta que los gritos se volvieron un llanto atragantado de flema.
Cuando no pudo gritar más simplemente calló.
Volvió, de la nada, como un chispazo aleatorio, a tener una revelación: tanta autoayuda diciendo qué es lo hay que hacer, que lo mejor es hacer lo que te hace feliz ya mismo, sin pensar en el después.
Nunca leyó, en ninguno de esos libros basura, qué hacer cuando estás en el fondo del pozo y no hay forma de trepar por las paredes. Qué hacer cuando en el presente no hay nada que vaya a hacerte feliz.
¡Qué gran cagada!, pensó.
Y de la nada, se le dibujó una sonrisa.




jueves, 16 de agosto de 2012

Oh la la Dannette


Una de las pocas cosas que las películas que retratan bastante bien, donde no crean falsas imágenes son las reuniones de las cúpulas militares. Quizás Dr. Strangelove exagere un poco con esas salas de convenciones gigantes, con un mapamundi exagerado que hace pensar que están decidiendo cómo hacerlo explotar. Pero sí se sientan en círculo un montón de personas que se creen muy importantes y tienen grandes egos y un montón de insignias en sus uniformes. Discuten guiándose muchas veces para escalar y cumplir sus inconfesables deseos o ambiciones personales.
Hay veces que se juntan para tratar muchos temas, en donde algunos son muy importantes y otros menores en comparación. Cuando pasa eso, da horror ver cómo deciden a las apuradas, poniéndose todos de acuerdo en tomar decisiones terribles pero rápidas con tal de que los temas que verdaderamente les interesan se pongan sobre la mesa y puedan  comenzar las disputas de peso.
Creo que lo mejor es ilustrar con un ejemplo que sucedió hace solo unos días: en aquella reunión, en la cual se había invitado a la plana mayor del ejército alemán para discutir, por supuesto que off the record, políticas conjuntas en temas que no viene al caso andar esclareciendo en este momento, se trató el tema de un agente francés, al servicio de las fuerzas secretas alemanas, que fue encontrado en Las Vegas de juerga con fondos conseguidos de manera ilícita. Esa gente es jodida de borrar del mapa, fueron entrenados para no ser agarrados. En este caso las películas se equivocan: uno ve por ejemplo la saga de Bourne, y se cree que al tipo lo andan buscando y mientras van prendiendo fuego todo a su paso. Por supuesto que la búsqueda de ex agentes que se salieron de la ruta del bien es mucho más sigilosa, no se puede ser tan escandaloso, no se pueden andar haciendo explotar departamentos ni corriendo carreras de autos a contramano por túneles que conducen al centro de la ciudad, eso es todo mentira.
Bueno, el tipo con la guita que había conseguido transando con los enemigos de occidente se fue al corazón de la perdición y la pecaminosidad occidental a despilfarrarla en juego y putas. En la discusión, grandes generales y comandantes de las mayores potencias se pusieron de acuerdo en no menos de quince segundos de que había que darle una condena ejemplar: matar siempre es demasiado fácil, lo que se busca es un castigo más cínico -la gente que acumula cierta cantidad de poder es cínica por naturaleza, no podrían sobrevivir de otra manera-, para que aquellos que están por descarriarse lo piensen dos veces. Decidieron lavarle la mente y ponerlo a hacer el ridículo por la televisión, de esa manera los demás agentes podrían conocer fácilmente el destino que le había tocado en suerte a su corrupto camarada. Se los juro, no tardaron ni medio minuto en decidir la suerte de aquel tipo.

Seguí el caso, sabía que no era la primera vez que hacían algo así: hay varios famosos televisivos que son en realidad ex agentes con el cerebro lavado que están ahí dando pena sin acordarse de nada, solo para cumplir la tarea de dar el ejemplo: no te rebeles como hice yo, porque vas a terminar como yo.
Los grandes mandos no se ponen a pensar cual será el destino particular de cada uno de los condenados a estos irónicos métodos. No conozco por mi rango quién es el que se encarga de pensar y orquestar estos ejemplares escarmientos. Pero como vi la foto del tipo me puse a rastrearlo, para ver si encontraba qué clase de ridículo estaba haciendo.
Pobrecito: lo prendieron fuego en medio planeta, lo mandaron a hacer el ridículo vestido de chef en un montón de países. Ahora los chicos cuando se lo cruzan por la calle le dicen a sus papás por lo bajo: "mirá, ahí va el gordito de Dannette".
Y él a lo mejor hasta se siente orgulloso de todo aquello, ya que tiene el cerebro lavado y no se acuerda de su pasado. No sé si esto convierte en más o menos cruel al castigo.

E-mail enviado por el teniente John Charles Jones a sus amigos en Misouri - Documento 3532234/93248 Wikileaks