miércoles, 25 de julio de 2012

Avestruz


Si tan solo pudiese hablar, expresarme.
Corro desesperada bajando las escaleras con la torpeza con que podría hacerlo cualquier avestruz. El hecho de ser humana -de haber sido humana- no parece ayudarme, no me da una habilidad extra. Este cuerpo bestial es muy difícil de manejar. ¡No pensé nunca que un avestruz era tan grande!
Llamaron a la policía los turros de mis compañeros. Me están buscando para matarme, con animales no dialogan. Bajo con desesperación estas escaleras de emergencia, entre luces de tubo que titilan. Es un horror esto. Subo la mirada, están solo unos pisos más arriba. Me están pisando los talones.
Alcanzo la calle, es de noche. Hace mucho frío, pero estas plumas me dan la sensación de llevar un pullover. Mi aliento agitado genera nubes de vapor y siento la boca y la nariz muy húmedas.
Me largo a correr por la calle desierta. Logro una velocidad fantástica, ningún humano podría alcanzarme corriendo, siento que quizás esté a salvo. Tengo un tiempo para pensar.
¡Qué horribles son las transformaciones! Las gruesas plumas saliendo desde los poros me hacen gritar del dolor. La visión es diferente, marea. El creaneo se deforma. La ropa se rasga, se desprende. La panza se hincha.
Antes de volver a la forma humana siempre me desmayé. Y siempre aparecí desnuda donde mi travesía como avestruz hubiese terminado. Sé -deduje- que la metamorfosis sucede cuando me agarra hambre, por eso procuré mantenerme lo suficientemente llena como para no sentirlo. Aumenté mucho de peso desde que esto comenzó. La gente debe pensar cualquier cosa, menos que me transformo en avestruz.
No lo comenté con nadie, no tengo nadie a quién contarle algo como esto. Soy una gris oficinista atacada por el hambre, por las ganas de picar. De casa al trabajo y del trabajo a casa: esa es mi jaula. Vivo sola y casi ni salgo.

Suenan las sirenas del orden. Corriendo tengo esperanzas de huir, pero si me persiguen con autos no tengo escapatoria. Corro por hacer algo, porque me siento acorralada. Solo quisiera poder hablar: explicarles que quizás si me dan de comer esto se termine.
Intento hacerlo: me salen unos alaridos muy agresivos, el humor de los policías empeora, me tienen encerrada. No me entienden, trato de acercarme a alguno, explicarme de alguna manera. Solo salen los alaridos.
"Guarda que tiene rabia seguro", se dicen entre ellos. "¡No! ¡Solo tengo hambre!" desespero por decirles, pero no hay manera.  
Tengo el miedo de una bestia acorralada, logro empujar a uno y salgo al trote sobre él. Lo piso, pero es sin querer.
Corro, con todas mis fuerzas, con desesperación, hasta que escucho un disparo y al mismo tiempo siento una tajada. Fue instantaneo. Fue más que instantaneo, podría asegurar que primero sentí la tajada y después escuché el disparo. Mis gritos de dolor son alaridos espeluznantes que lanzo desde el piso. Trato de mover las patas para incorporarme, pero solo es un intento patético. Me retuerzo de dolor.
Y la vista se me nubla, mi respiración se dificulta, quizás sea lo mejor acabar con esta locura.






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