martes, 24 de julio de 2012

Bífidus



Al escuchar por el intercomunicador que el nene no paraba de reirse no pude evitar la tentación de probarlo. Es raro, no puedo asegurar qué es lo que me llevó a hacerlo, porque siempre que escucho sobre adicciones, suelen ser de personas con problemas emocionales jodidos. Yo ni ahí. Hasta el momento en que la probé podría decir que llevaba una vida más o menos feliz, me conformaba. Después de probarla parece haber mejorado todo incluso.

Estaba en la cocina mirando la tele, el nene recién había cenado y mi señora se había ido, creo que se juntaba con amigas. Después de darle de comer, dejé al nene acostado en su camita y no paraba de reírse. No se dormía, pero como tampoco lloraba, sino que se reía. Entonces lo dejé ahí. No era para preocuparse, no parecía. Pero el tiempo pasaba y el nene no paraba de reise. Las líneas del intercomunicador se prendían por las risas del nene. Tampoco se estaba ahogando en carcajadas, sino que hacía pequeñas risitas desde su cama, extrañamente un poco asincronas con sus gestos. Al acercarme se paró agarrándose de los barrotes y me miró con alegre curiosidad.

Le hablé y le hice morisquetas, que le resultaron más risueñas de lo normal, pero tampoco una cosa preocupante.

Volví a la cocina, que usamos como comedor diario; al zapping. La verdad que compramos unas sillas de madera que son muy pero muy incómodas. Mientras pasaba los canales no lograba encontrar una posición placentera. En la tele tampoco había nada para ver. Un embole total, estaba nadando en un tedio absoluto.
Mi mente volaba por cualquier lado, no estaba a gusto. Una risa del nene volvió a distraerme, cuando de pronto mi vista se fijó en la lata de leche en polvo. No podía dejar de mirarla, me invadió una sensación rara, un presentimiento de estar ante un momento trascendental, un inexplicable pudor... Y me preparé un vaso de leche.

¿Cómo describir el extraño efecto que esa leche provoca? ¿Podría decirse que me deja un poco drogado?
Me lo pregunto todo el tiempo. Me deja con un estado de boludez conciente, me pone una sonrisa en la cara que no puedo borrar, por más que me concentre. Un efecto extraño que me provoca, es que me obliga a exteriorizar todo lo que estoy haciendo. Ejemplo: mi señora pone fideos en la olla y no puedo evitar mirarla con una sonrisa tarada y decirle "pusiste los fideos en la olla", estoy abriendo una puerta y digo "y ahora abro esta puerta", y así por el estilo.
Tuve mucho miedo, porque no pude dejarla, se volvió muy adictiva. Leí lo que decía la lata, pero no hablaba de adicciones. Habla del Bífidus, que no sé qué es exactamente, pero suena como un bicho de temer. En internet no dicen nada sobre el maldito Bífidus, pero es un nombre que tengo todo el tiempo en la cabeza.
Quizás debiera ir a un doctor.
Cuando pasa el efecto me siento culpable por un momento, pero al rato ya me estoy preparando otra leche a escondidas de mi señora.

Pensándolo bien, mi señora empezó a consumirlo. Seguro que sí.
Aunque no me lo confirma yo estoy seguro de que es así. Lo pienso y no hay otra chance. Y la verdad es que no puedo quejarme, ya que no tiene ningún efecto adverso al parecer este polvo mágico.
Los tres: ella, el nene y yo, no podríamos ser más felices: estamos todo el día riendo. Desde afuera se vería muy loco, ya que todo el tiempo estamos narrando lo que hacemos con una sonrisa estúpida en la cara. Pero se los digo desde adentro: estamos mejor que nunca.
Mejor me despreocupo, no pienso en Bífidus. Mientras escribo esto noto que las sillas de la cocina me resultan más cómodas.



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